No verlas, no quiere decir que no existan
ni que no te vayan a tocar en carne propia:
la masacre, la tortura, la violación,
la huida perdiéndolo todo,
la carnicería, la humillación, la maldita impotencia,
el dolor inaguantable...
y que, en ese preciso momento, otros,
como tú, ahora,
estarán indiferentes,
como si nada terrible estuviera pasando,
bailando, o de turismo en las Catatumbas,
o en las ruinas del Circo Romano
o en otros sitios históricos...
que recuerdan la inverosímil tragedia humana,
no correspondiente a su pregonada inteligencia
ni a sus ausentes potencial y solidaria hermandad.
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